Como buen conocedor del macizo del Vignemale, he
localizado este artículo y me ha gustado, por ello también lo quiero compartir
con vosotros. Si os gusta la historia de esta montaña en este artículo la podréis
vivir. Disfrutadla.
ARTICULO COPIADO DE PABLO FONT
Si Russell quedo tan impactado por esta montaña no fue por mera casualidad, sino porque sus espectaculares siluetas, vistas ascendiendo desde el Valle de Gaube, son capaces de cautivar a cualquier visitante, sea este montañero o no. Solo espero que algún día algunos de los que leéis estas paginas os acerquéis a recorrer estos caminos y os llenéis de la naturaleza y grandiosidad que rezuma por cualquiera de sus valles y cumbres.
ARTICULO COPIADO DE PABLO FONT
Recorrer de nuevo estos valles me llena de recuerdos, memorias de treinta y tantos años atrás, de amigos perdidos en el tiempo y otros perdidos para siempre, añoranzas de cuando el desafió de la verticalidad era una forma de vida, años de cándida demencia en los que no solo nos conformábamos retando la escalada de altas cumbres, también aspirábamos a poder cambiar el mundo. Alguno menos de los veinte años debería tener cuando mis botas pisaron por primera vez estos valles, y parece que nada en su alrededor ha cambiado, salvo que el mango de los piolets que ahora se utilizan ya no es de madera.
Cauterets, población situada a los pies de estas montañas sigue siendo la misma villa decadente de siempre, con la arquitectura típica de las poblaciones-balneario del siglo XIX, si acaso ahora al cruzarla la he visto mas ajada, algunos de estos bellos establecimientos hoteleros que la identifican han cerrado y la urbe aun con su incesante transitar me parece menos aristocrática y mas marchita que por aquel entonces.
Su nombre le viene de "Caoutares" manantiales de agua caliente y el esplendor a esta villa pirenaica le surge de sus afamadas termas, ya usadas en tiempos de los romanos. Siendo durante la estancia de Margarita de Navarra, en 1539, cuando Cauterets adquirió notoriedad. Durante el siglo XIX por ella paso gran parte de la aristocracia no solo francesa, también del resto de Europa, nombres como los de George Sand, el cardenal Richelieu, Chateaubriand, Claude Debussy, Gustave Flaubert, Napoleón III, Eduardo VII de Inglaterra y hasta nuestro Alfonso XIII, amén de la canonizada Bernadette Soubirous (la chica de Fátima), Víctor Hugo que también la visitó en 1843, comentó al llegar a Cauterets:
“Vengo del mar y estoy en la montaña. Solo es, por decirlo así, cambiar de emoción. Las montañas y el mar hablan al mismo lado del espíritu. Este valle es apacible, el escarpamiento es silencioso. El viento calla. De repente, en un recodo de la montaña aparece un torrente. Es el ruido de la pelea y tiene su aspecto”
El encanto de estas poblaciones y estos valles del otro lado del Pirineos es magnifico, pero lo que me hace volver aquí es la grandeza de sus montañas, sobre todo el Vignemale, macizo calcáreo de imponente grandiosidad e inhóspita belleza, que descubrimos en su inmensidad a medida que ascendemos por el valle de Gaube camino del refugio de las Oulettes, desde su puerta el espectáculo es único, formamos parte de un escenario majestuoso, en donde los espectadores somos como minúsculas hormigas; delante de nosotros la verticalidad lo domina todo, paredes de mas de 900 mts. y glaciares rotos por el tiempo llenan nuestra vista, que a cada momento del día cambian de color y sus formas, siendo al atardecer cuando se tornan mas siniestras aun si cabe.
El Vignemale, denominado Comachibosa en tierras aragonesas, es la montaña de los Pirineos Franceses, es la de mayor altura al otro lado de esas fronteras que separan estados, pero que por aquí unen a gentes de la misma condición, embelesados por estas rocas y el magnifico entorno de esta naturaleza sobrecogedora e imponente. No es la cumbre más alta de los Pirineos, pero es sin duda la montaña más sugestiva. El glaciar de Ossoue, por el que se asciende a su cima, es el más importante de toda la cordillera, sus imponentes paredes de roca junto con sus eternos hielos, la han hecho digna de ser considerada la más alpina de todas las cumbres de Pirineo.
La primera ascensión al Vignemale es atribuida al guía Henri Cazaux y su cuñado Bernard Guillembert en 1837, aunque es muy posible de que anteriormente fuera coronado en 1792 por los cartógrafos Simón Guicharnaud y Capdevielle. La primera mujer en alcanzar esta cima en 1838 fue inglesa Anne Lister acompañada por los guías Henri Cazaux, Jean Pierre Sanjou y Jean Pierre Charles. Cuatro días después la ascendió el Príncipe de Moskowa. Su impresionante cara norte fue ascendida en 1933 por Henri Barrio y Robert Bellocq.
Pero esta cumbre tiene un personaje propio, un personaje único como no ha ocurrido con ninguna otra gran montaña, el Vignemale es la historia de Henry Russell Killough, el Conde Russell. De origen irlandés pero nacido en Toulouse en 1834, aristócrata atípico, dedico su juventud a recorrer gran parte del mundo, visitando América del sur, Cabo de Hornos, Rusia, Siberia, China, Tibet y el Himalaya, Japón, Estados Unidos, Canadá, hasta recorrió las tierras de Australia y Nueva Zelanda, de todos los lugares visitados relato en sus escritos las experiencias vividas y hasta parece que de ellos se sirvió Julio Verne para algunas de sus obras como Miguel Strogoff o retratarle en la Vuelta al Mundo en ochenta días a través del personaje Phileas Fogg. Pero su pasión eran las montañas y concretamente el Pirineo, el cual veía a diario desde la ventana de su morada en la población de Pau, sentía admiración por los precursores del pirineismo como Ramond de Carbonnières o Vicent de Chausenque y como ellos se dedico a recorrerlas y a escribir sobre ellas, en multitud de artículos y en numerosos libros.
Vestido con un original ropaje al cual se había habituado en sus viajes por oriente, calzado de las botas de clavos que mandaba fabricar a propósito y ayudado por su bastón de fresno, era persistente en sus recorridos por los Pirineos de uno y otro lado, recorre los Montes Malditos, asciende entre otras cumbres al Cilindro del Marboré, Balaitús, Aneto, Coronas, Posets, Cotiella, Picos del Infierno; fue cofundador y secretario de la primera entidad pirineísta, creada en 1864, la "Société Ramond", siendo director de su revista en 1866 y también colaboró en la fundación del Club Alpino Francés. Introdujo el saco de dormir en el elemento alpino, tomando esta practica de un guardia de aduanas español al que vio cobijarse envuelto en un saco confeccionado con el vellón de varias ovejas, se hizo fabricar uno similar con las pieles cosidas de seis corderos, pesaba alrededor de tres kilos y el Conde lo probó confortablemente una fría noche en la cumbre del Aneto. En sus largos recorridos serranos nunca falto en su mochila el "chartreuse", el ponche y unos cigarrillos.
Siendo el Macizo del Vignemale, al que ascendió por primera vez en 1861, el que le cautivo del todo, llegando a conseguir una concesión en propiedad por un periodo de 99 años, de 200 hectáreas de rocas y glaciares situadas a más de 2.300 mts. de altitud, a los que convertiría en su segunda casa. En ellos mando construir varias grutas, donde pasar sus veladas montañeras, en 1881 crea cerca del puerto de Cerbillona, la primera de las grutas que mandaría ubicar, situada a 3.195 metros, por encima del glaciar de Ossoue y capaz de albergar a siete personas, se la conocería como Villa Russell, a esta se le añadirían en 1885 durante su duodécima ascensión la Gruta de los Guías y un año después finalizo la Gruta de las Damas. Posteriormente mando crear la Gruta de los Enfermos y muy próxima a ella dos nuevas grutas que formaran el grupo de las tres conocidas por el nombre de Bellevue, muy próximas al actual refugio de Baisselance. En 1892 mandada excavar unos veinte metros por debajo de la cumbre de la Pique Longue (3.298 m) en el Vignemale la Gruta del Paraíso, esta es sin duda el “vivac-abrigo” más alto de toda la cordillera.
“Así es como entiendo la felicidad. Nunca he amado la vida civilizada”
También quiso conseguir que su montaña superase los 3.300 mts. y mando construir en la cumbre de Gran Vignemale una torre de piedra de mas de tres metros, pero afortunadamente la sabia naturaleza al paso del tiempo volvió a poner las cosas en su sitio, esa naturaleza también la he sufrido y he podido sobrecogerme en su cumbre oxidada de pirita, de cómo los rayos de las tormentas que nos enviaba el Dios Zeus, jugaban al azar con nosotros, mientras trepábamos camino de su cima.
Russell realizo 33 veces la ascensión al Vignemale, la ultima fue el 8 de agosto de 1904 de la que queda una fotografía histórica. Cinco años más tarde, el 5 de agosto de 1909 muere en Biarritz, dejando su legado del Vignemale al Club Alpino Francés.
Esta definición que de él he encontrado, es el compendio de una vida dedicada a las montañas:
“Vivió la montaña con la pasión de un enamorado y con el recogimiento franciscano de un místico. En la soledad y la belleza de los espacios agrestes de los Pirineos, persiguió una elevación espiritual que al descubrimiento de lo nuevo añadía un deseo de fundirse con la naturaleza en su estado más puro y genuino. En el esfuerzo de las largas caminatas, supo apreciar con sensibilidad exquisita toda la poesía que atesoran las piedras, las nieves, las aguas y los bosques de las hermosas montañas pirenaicas”
Comparto plenamente la admiración de este pionero por estas alturas, sobre las que en su libro “Recuerdos de un montañero” escribió:
"He visto bastantes montañas: el Himalaya, los Andes, los picos fúnebres de Nueva Zelanda, los Alpes y el Altai; todas, más nevadas que ahora. Durante toda mi vida he amado, yo diría que he adorado a las montañas, ascendiéndolas con pasión. Puedo comparar entre sí a muchas de ellas; pero, por ciego que sea el amor, creo tener razón al admirar más que nunca a los Pirineos, a su cielo tan azul y limpio, a sus hielos resplandecientes, a sus aspectos vaporosos, a las llanuras ardientes y aterciopeladas adormecidas en su base bajo el sol más hermoso, y a esas aguas maravillosas que escapan de las nieves con furor, para calmarse enseguida sobre céspedes horizontales y serpentear en silencio entre tapices de flores tan raras y encantadoras que apenas nadie osa caminar sobre ellas. En la naturaleza pirenaica existe una poesía extrema, una armonía de formas, colores y contrastes que no he visto en ninguna otra parte"
Cauterets, población situada a los pies de estas montañas sigue siendo la misma villa decadente de siempre, con la arquitectura típica de las poblaciones-balneario del siglo XIX, si acaso ahora al cruzarla la he visto mas ajada, algunos de estos bellos establecimientos hoteleros que la identifican han cerrado y la urbe aun con su incesante transitar me parece menos aristocrática y mas marchita que por aquel entonces.
Su nombre le viene de "Caoutares" manantiales de agua caliente y el esplendor a esta villa pirenaica le surge de sus afamadas termas, ya usadas en tiempos de los romanos. Siendo durante la estancia de Margarita de Navarra, en 1539, cuando Cauterets adquirió notoriedad. Durante el siglo XIX por ella paso gran parte de la aristocracia no solo francesa, también del resto de Europa, nombres como los de George Sand, el cardenal Richelieu, Chateaubriand, Claude Debussy, Gustave Flaubert, Napoleón III, Eduardo VII de Inglaterra y hasta nuestro Alfonso XIII, amén de la canonizada Bernadette Soubirous (la chica de Fátima), Víctor Hugo que también la visitó en 1843, comentó al llegar a Cauterets:
“Vengo del mar y estoy en la montaña. Solo es, por decirlo así, cambiar de emoción. Las montañas y el mar hablan al mismo lado del espíritu. Este valle es apacible, el escarpamiento es silencioso. El viento calla. De repente, en un recodo de la montaña aparece un torrente. Es el ruido de la pelea y tiene su aspecto”
El encanto de estas poblaciones y estos valles del otro lado del Pirineos es magnifico, pero lo que me hace volver aquí es la grandeza de sus montañas, sobre todo el Vignemale, macizo calcáreo de imponente grandiosidad e inhóspita belleza, que descubrimos en su inmensidad a medida que ascendemos por el valle de Gaube camino del refugio de las Oulettes, desde su puerta el espectáculo es único, formamos parte de un escenario majestuoso, en donde los espectadores somos como minúsculas hormigas; delante de nosotros la verticalidad lo domina todo, paredes de mas de 900 mts. y glaciares rotos por el tiempo llenan nuestra vista, que a cada momento del día cambian de color y sus formas, siendo al atardecer cuando se tornan mas siniestras aun si cabe.
El Vignemale, denominado Comachibosa en tierras aragonesas, es la montaña de los Pirineos Franceses, es la de mayor altura al otro lado de esas fronteras que separan estados, pero que por aquí unen a gentes de la misma condición, embelesados por estas rocas y el magnifico entorno de esta naturaleza sobrecogedora e imponente. No es la cumbre más alta de los Pirineos, pero es sin duda la montaña más sugestiva. El glaciar de Ossoue, por el que se asciende a su cima, es el más importante de toda la cordillera, sus imponentes paredes de roca junto con sus eternos hielos, la han hecho digna de ser considerada la más alpina de todas las cumbres de Pirineo.
La primera ascensión al Vignemale es atribuida al guía Henri Cazaux y su cuñado Bernard Guillembert en 1837, aunque es muy posible de que anteriormente fuera coronado en 1792 por los cartógrafos Simón Guicharnaud y Capdevielle. La primera mujer en alcanzar esta cima en 1838 fue inglesa Anne Lister acompañada por los guías Henri Cazaux, Jean Pierre Sanjou y Jean Pierre Charles. Cuatro días después la ascendió el Príncipe de Moskowa. Su impresionante cara norte fue ascendida en 1933 por Henri Barrio y Robert Bellocq.
Pero esta cumbre tiene un personaje propio, un personaje único como no ha ocurrido con ninguna otra gran montaña, el Vignemale es la historia de Henry Russell Killough, el Conde Russell. De origen irlandés pero nacido en Toulouse en 1834, aristócrata atípico, dedico su juventud a recorrer gran parte del mundo, visitando América del sur, Cabo de Hornos, Rusia, Siberia, China, Tibet y el Himalaya, Japón, Estados Unidos, Canadá, hasta recorrió las tierras de Australia y Nueva Zelanda, de todos los lugares visitados relato en sus escritos las experiencias vividas y hasta parece que de ellos se sirvió Julio Verne para algunas de sus obras como Miguel Strogoff o retratarle en la Vuelta al Mundo en ochenta días a través del personaje Phileas Fogg. Pero su pasión eran las montañas y concretamente el Pirineo, el cual veía a diario desde la ventana de su morada en la población de Pau, sentía admiración por los precursores del pirineismo como Ramond de Carbonnières o Vicent de Chausenque y como ellos se dedico a recorrerlas y a escribir sobre ellas, en multitud de artículos y en numerosos libros.
Vestido con un original ropaje al cual se había habituado en sus viajes por oriente, calzado de las botas de clavos que mandaba fabricar a propósito y ayudado por su bastón de fresno, era persistente en sus recorridos por los Pirineos de uno y otro lado, recorre los Montes Malditos, asciende entre otras cumbres al Cilindro del Marboré, Balaitús, Aneto, Coronas, Posets, Cotiella, Picos del Infierno; fue cofundador y secretario de la primera entidad pirineísta, creada en 1864, la "Société Ramond", siendo director de su revista en 1866 y también colaboró en la fundación del Club Alpino Francés. Introdujo el saco de dormir en el elemento alpino, tomando esta practica de un guardia de aduanas español al que vio cobijarse envuelto en un saco confeccionado con el vellón de varias ovejas, se hizo fabricar uno similar con las pieles cosidas de seis corderos, pesaba alrededor de tres kilos y el Conde lo probó confortablemente una fría noche en la cumbre del Aneto. En sus largos recorridos serranos nunca falto en su mochila el "chartreuse", el ponche y unos cigarrillos.
Siendo el Macizo del Vignemale, al que ascendió por primera vez en 1861, el que le cautivo del todo, llegando a conseguir una concesión en propiedad por un periodo de 99 años, de 200 hectáreas de rocas y glaciares situadas a más de 2.300 mts. de altitud, a los que convertiría en su segunda casa. En ellos mando construir varias grutas, donde pasar sus veladas montañeras, en 1881 crea cerca del puerto de Cerbillona, la primera de las grutas que mandaría ubicar, situada a 3.195 metros, por encima del glaciar de Ossoue y capaz de albergar a siete personas, se la conocería como Villa Russell, a esta se le añadirían en 1885 durante su duodécima ascensión la Gruta de los Guías y un año después finalizo la Gruta de las Damas. Posteriormente mando crear la Gruta de los Enfermos y muy próxima a ella dos nuevas grutas que formaran el grupo de las tres conocidas por el nombre de Bellevue, muy próximas al actual refugio de Baisselance. En 1892 mandada excavar unos veinte metros por debajo de la cumbre de la Pique Longue (3.298 m) en el Vignemale la Gruta del Paraíso, esta es sin duda el “vivac-abrigo” más alto de toda la cordillera.
“Así es como entiendo la felicidad. Nunca he amado la vida civilizada”
También quiso conseguir que su montaña superase los 3.300 mts. y mando construir en la cumbre de Gran Vignemale una torre de piedra de mas de tres metros, pero afortunadamente la sabia naturaleza al paso del tiempo volvió a poner las cosas en su sitio, esa naturaleza también la he sufrido y he podido sobrecogerme en su cumbre oxidada de pirita, de cómo los rayos de las tormentas que nos enviaba el Dios Zeus, jugaban al azar con nosotros, mientras trepábamos camino de su cima.
Russell realizo 33 veces la ascensión al Vignemale, la ultima fue el 8 de agosto de 1904 de la que queda una fotografía histórica. Cinco años más tarde, el 5 de agosto de 1909 muere en Biarritz, dejando su legado del Vignemale al Club Alpino Francés.
Esta definición que de él he encontrado, es el compendio de una vida dedicada a las montañas:
“Vivió la montaña con la pasión de un enamorado y con el recogimiento franciscano de un místico. En la soledad y la belleza de los espacios agrestes de los Pirineos, persiguió una elevación espiritual que al descubrimiento de lo nuevo añadía un deseo de fundirse con la naturaleza en su estado más puro y genuino. En el esfuerzo de las largas caminatas, supo apreciar con sensibilidad exquisita toda la poesía que atesoran las piedras, las nieves, las aguas y los bosques de las hermosas montañas pirenaicas”
Comparto plenamente la admiración de este pionero por estas alturas, sobre las que en su libro “Recuerdos de un montañero” escribió:
"He visto bastantes montañas: el Himalaya, los Andes, los picos fúnebres de Nueva Zelanda, los Alpes y el Altai; todas, más nevadas que ahora. Durante toda mi vida he amado, yo diría que he adorado a las montañas, ascendiéndolas con pasión. Puedo comparar entre sí a muchas de ellas; pero, por ciego que sea el amor, creo tener razón al admirar más que nunca a los Pirineos, a su cielo tan azul y limpio, a sus hielos resplandecientes, a sus aspectos vaporosos, a las llanuras ardientes y aterciopeladas adormecidas en su base bajo el sol más hermoso, y a esas aguas maravillosas que escapan de las nieves con furor, para calmarse enseguida sobre céspedes horizontales y serpentear en silencio entre tapices de flores tan raras y encantadoras que apenas nadie osa caminar sobre ellas. En la naturaleza pirenaica existe una poesía extrema, una armonía de formas, colores y contrastes que no he visto en ninguna otra parte"
Si Russell quedo tan impactado por esta montaña no fue por mera casualidad, sino porque sus espectaculares siluetas, vistas ascendiendo desde el Valle de Gaube, son capaces de cautivar a cualquier visitante, sea este montañero o no. Solo espero que algún día algunos de los que leéis estas paginas os acerquéis a recorrer estos caminos y os llenéis de la naturaleza y grandiosidad que rezuma por cualquiera de sus valles y cumbres.
2 comentarios:
Me gusta..
Hace mucho tiempo ascendimos a esta preciosa montaña por el Valle de Ossau y hasta pasamos la noche en una de las cuevas que preceden al glaciar.Tiempo después conocí sus historias.Preciosa entrada.
Saludos.
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