viernes, junio 23, 2023

MIS RECUERDOS DE UN VIAJE QUE TERMINE CRUZANDO TODO EUROPA EN BTT. (Cabo norte - Sabiñánigo).

Que años aquellos. Aun parece que fue ayer cuando me lance a hacer este reto. Cruzar Europa en 30 días a 200km diarios pedaleando. Mi ilusión hubiera sido llegar y compartir mi llegada con la ruta Cicloturista Quebrantahuesos coincidiendo con el pelotón en el Portalet. Mis planes fallaron solo por un día, pero aun así disfrute mogollón y me enganche a este mundo del cicloturismo. Aquí quedan mis recuerdos de este viaje aunque lo tengo grabado a fuego dentro de mi cabeza.
Con la ilusión de llevar a cabo una nueva, atractiva y a la vez diferente experiencia a las acumuladas, hasta ahora, en lo que a largas rutas en BTT se refiere. Tuve el ánimo de lanzarme en el mes de junio de 1998 a conocer los diferentes países europeos, desde la perspectiva que me ofrecía el atravesarlos en bicicleta de montaña. Mi idea era salir de la parte más alta de Europa, Cabo Norte en Noruega, cruzar el país de norte a sur, el sur de Suecia, todo Dinamarca, Alemania, Luxemburgo y Francia por el macizo Central. Para después de esto llegar a España, y en particular a mi pueblo natal, Sabiñánigo, conocido ya por sus ya muchas ediciones de la prueba cicloturista Quebrantahuesos. Entrando por el Portalet y terminando aquí mi reto particular.


Comienza la travesía desde Cabo Norte
Hace ya ocho años, había realizado una ruta cicloturista en Islandia, la cual ya me sedujo lo suficiente como para pensar en volver a estas latitudes cuando fuera posible. Así pues, pensé en Noruega, a la cual no me había sido posible acercarme hasta este año. Disponiendo de un mes de vacaciones para mi solo, pensé en poder llevar a cabo esta ruta, además del aliciente añadido que para mi, tenía el conocer nuevas culturas, gentes, arquitectura, naturaleza y un sinfín de cosas diferentes que hay entre el norte y el sur de continente.
Para realizar este reto me planteé, que a la vez de tener una buena preparación física que había conseguido gracias al haber recorrido en bicicleta unos 4.000 km desde principios de año y con otras rutas en bici durante el año, contaba con el entrenamiento realizado corriendo por la montaña, al cual también soy bastante aficionado. Había que tener además una buena preparación psicológica, pues nunca había realizado una ruta tan larga en tan solo treinta días. Tenía que asumir ya desde un principio todos los problemas que se me iban a presentar, todas las horas innumerables horas de pedaleada, los miles de kilómetros a recorrer, el mal tiempo, la falta de un buen conocimiento de idiomas y las embarcadas y pérdidas que seguramente iba a sufrir en mi bicicleta.
Por tierras laponas…
Después de haber realizado la prueba y haber conseguido mi reto particular propongo unos consejos para aquellos que animándose a realizar una ruta de estas dimensiones, no cuenten con experiencias anteriores:
Antes de salir de casa es conveniente plantearte y asumir todo lo peor que te puede ocurrir en un viaje de estas características. Desde perder todo el equipaje, hasta que se te caiga al mar la bicicleta (por poner un ejemplo).
Es recomendable tomarse todos los problemas a broma e intentar solucionarlos sin mosqueos. Hay que tener en cuenta que estas solo, y en estos países ayudan mas gustosamente a la gente que actúa con tranquilidad, que a quien pierde los nervios con facilidad.
Cuando se vaya en bicicleta, se debe intentar mirar lo menos posible al cuentakilómetros, pues con todos los días y el montón de horas realizadas en la bicicleta se te puede hacer la ruta interminable.
No hay que olvidar nunca el gore, puesto que es una de las prendas que más tiempo nos acompañará y que más utilizaremos.
Las manos y los pies aún llevando botines de neopreno y guantes de forro polar, se empapan con la lluvia y lo único que conseguimos es poco a poco ir acumulando más frío en estos miembros. Una solución que a mí me dio muy buen resultado aunque resulte un poco cutre, es la de ponerse tanto en las manos como en los pies, unas bolsas de plástico cogidas con cinta aislante, ya que las mismas no dejan escapar el calor impidiendo al aire frío su entrada.
Consultando el itinerario…
Es muy importante para tanto tiempo de esfuerzo prolongado, el plantearte una buena dieta alimenticia, la cual conseguía a base de hidratos de carbono que era lo me daba la suficiente energía para continuar, siendo todo tipo de pastas, arroz, cereales, etc. y las proteínas de la carne, huevos además de la grasas que comía durante la marcha: almendras, cacahuetes, pasas. Esto era complementado con un complejo de vitamina C. Con esta dieta conseguí realizar la ruta en un buen estado de forma física, aun con el inconveniente del continuado esfuerzo físico. Sin embargo al final de la aventura perdí unos nueve kilos.
Por Europa se puede viajar muy cómodamente, existen gran cantidad de campings, sobre todo en Noruega, completándolo con las pequeñas casitas para cuatro personas que suelen costar alrededor de unas 4.000 pts. noche, llamadas “Hitte” que tanto abundan por estas latitudes. Disponen de cuatro camas-litera, y se puede cocinar en un pequeño hornillo y secar la ropa en una buena calefacción. Son muy recomendables, especialmente para los días de lluvia en los cuales resultan de gran utilidad.
La bola del mundo…
Otra forma de hospedaje son los albergues juveniles, sitios muy acogedores, en los cuales te podrás relacionar con personas de otras partes del mundo, lo cual resulta muy interesante.
El día 28 de mayo salgo de Sabiñánigo dirección Madrid, para coger el avión que salía al día siguiente. La huelga de Iberia retrasa todos los vuelos, con lo cual llego a Oslo tras hacer escala en Copenhague. a las 12 de la noche. Sin saber donde voy a dormir, pues el aeropuerto lo cierran, tengo además la mala fortuna de tener todo mi equipaje extraviado. Empiezan los problemas y yo con muchos inconvenientes para entenderme con la gente, pues no controlo ningún idioma.
Al día siguiente, a la hora de la salida del primer vuelo sigo sin haber recibido el equipaje, y salgo con lo puesto en un vuelo de dos mil kilómetros más hacia el norte hasta el poblado de Alta. Allí me alojan en un bonito hotel y la compañía aérea me regala ropa de abrigo, pues aquí arriba estaba nevando y yo me encontraba en manga corta. De esta manera pierdo ya un día sobre lo previsto.
Al final consigo recuperar todo el cargamento junto a la bicicleta, y salgo (por no perder otro día para coger el autobús) dirección a Cabo norte pedaleando. De Alta a Cabo Norte me separan unos doscientos kilómetros, los cuales consigo recorrer entre bicicleta y haciendo autostop. No puedo perder más días, puesto que tengo las vacaciones contadas.
Ya en cabo Norte conozco a una pareja de franceses, Charly y María Magdalena, con los cuales consigo una gran amistad. Están viajando en caravana por toda Europa sin ninguna prisa. Por lo que deciden hacerme de coche de apoyo durante nueve días, llevando mi equipaje e invitándome a cenar durante nuestro recorrido común. Hablamos todos los días de la ruta consiguiendo así perfeccionar mi conocimiento del idioma francés, así como ampliar mi escaso vocabulario en inglés.
El arco iris nos indica la ruta..
Cabo Norte o también Nord kapp, es la meta para muchos viajeros de todo el mundo, por ser la punta continental más alejada de Europa. Es además una clásica ruta Europea que desde años se ha mitificado. Cabo Norte es una roca de 309 metros de altura que da al océano glacial ártico, a la cual acude la gente para contemplar, en el mes de agosto principalmente, el sol de media noche.
Sin tener muy claro que era esto y realizando la travesía durante el mes de junio, llego a la conclusión de que no vi el sol de medianoche, sino el sol de noche entera, pues encontraba el sol las 24 horas del día prácticamente en el mismo sitio. Esto me resultó alucinante salvo a la hora de dormir. Recuerdo una mañana en la que me levanté como solía hacer todos los días, a las 6,30 de la mañana, después de asearme, desayuné un par de huevos fritos y un vaso de leche con cereales, y preparé mi equipaje para salir a las 8 de la mañana.
Cuando sorprendido, me di cuenta de que el sol me había jugado una mala pasada, pues no eran las ocho sino las 2 de la mañana, y lucía un sol estupendo. Por lo cual me volví gustosamente a dormir pues notaba que no había descansado lo suficiente.
Las primeras etapas van concluyendo poco a poco, voy aclimatándome, acostumbrándome al montón de kilómetros diarios que he de recorrer , unos 190 de media, aunque algunos días llego a alcanzar hasta los 240. También las lluvias resultan compañeras inseparables de viaje, pues prácticamente durante dieciocho etapas debí tener días de agua.
El paisaje me alucina, cada 100 metros es totalmente diferente, me enfado conmigo mismo, pues saco una fotografía y andando veinte metros más la fotografía tiene mejor perspectiva. Y así prácticamente durante todo el viaje. Me impresionaban mucho los fiordos, con sus cientos de islotes, aunque al final no sabía si estaba viendo fiordos o enormes lagos, los cuales también eran muy frecuentes. Todos los pueblos de Noruega son pequeños, acompañados de cientos de granjas extendidas por todo el país a excepción de las importantes ciudades como Narvik, Mo i Rana, Trondheim, Lillehammer, Oslo y Fredrik. También recuerdo las grandes manadas de renos que había por el norte, aunque me quedé con ganas de ver alces, pues prácticamente en toda la E-6, la carretera que iba siguiendo, había señales de cuidado “alces”. También recuerdo frecuentemente el montón de personas que intentaron ayudarme, de distintas maneras, como invitándome a cenar, sacándome de las grandes ciudades acompañándome en sus bicicletas, invitándome a montones de cafés al escuchar los relatos que les iba contando sobre mi viaje. La amabilidad en el aeropuerto y en el hotel me producen también un grato recuerdo.
Reflejos Noruegos.
Salgo de Noruega y me adentro en Suecia pasando por Undervalla, ciudad ésta en la que me llama mucho la atención la ubicación de su albergue al lado del mar, rodeado de bonitos jardines y grandes robles, como si de un palacio se tratase.
Otro problema que se me presentaba era cuando me perdía en las carreteras comarcales, el cual arreglaba saliéndome hacia la autopista, en la cual automáticamente en poco tiempo tenía un coche patrulla escoltándome fuera de ella indicándome hasta meterme el la verdadera carretera para circular. Así llego a Goteborg, ciudad en la cual no tengo más remedio que hacer un transbordo en barco de unas tres horas con el mar muy movido, hasta llegar a Frederikshavn, al norte de Dinamarca.
Por fin llego a Dinamarca, pensando para mis adentros “todo llano”. Tal fue la sorpresa del primer día, que me encontré toda una etapa lloviendo con el fuerte viento de cara. Creo recordar que este fue uno de los días mas agotadores que tuve, llegando al albergue de Silkeborg, que estaba ya cerrado, todo empapado y con una cara de medio derrotado y cansado. Tanta pena debí dar que aunque el albergue estaba completo conseguí que me dieran un colchón, y me alojaran en un enorme salón de actos, para que descansase. Estos albergues suelen ser escuelas que en el periodo de vacaciones de verano son utilizadas como lugares de descanso y albergues.
Pueblo en miniatura.
Tan solo dos días bastaron para recorrer de norte a sur el país de Dinamarca, en los cuales hay que destacar el montón de bicicletas que existen, pues son utilizadas como un medio más de transporte, sobre todo en las ciudades. También existen para ellas carriles especiales, con unas típicas y propias normas de circulación, teniendo muchas veces preferencia ante otro medio de transporte. El idioma aunque es propio el danés, todo el mundo habla inglés como segunda lengua con el cual llego a defenderme un mínimo después de lo ya aprendido en mi viaje por el norte.
Cuando llegué al bonito pueblo de Tonder, me llevé una gran sorpresa, con sus bellas calles al igual que sus encantadoras casas. En un bar pregunto a dos chicas lo que suelo preguntar siempre “Do you speak english” y ante mi admiración lo primero que oigo de una de ellas que me debió catar el acento, es si yo era aragonés, siendo ella de Bilbao. Pasamos un rato muy agradable junto a un grupo de música escocesa los Wolfstone a los que acompañaban, y los cuales actuaban esa noche en el pueblo. Con éstos últimos habíamos coincidido aquí al igual que coincidimos en España en un concierto de Pirineos Sur el pueblo de Lanuza. Todos alucinaban de la ruta que yo estaba realizando y riéndose todos de las graciosas anécdotas que me habían estaban sucediendo a lo largo de mi viaje.
Cuando llego a Alemania, entre niebla y lluvia, me para la policía para pedirme el pasaporte. Pienso que el día va a tener sus problemas, siendo el país que más respeto me daba por su masiva circulación.
Al principio no me aclaraba con los mapas, todo el mundo me pitaba por la carretera, hasta que me di cuenta de que hay carriles especiales para circular bicicletas, los cuales se cortaban frecuentemente sin entender yo el porqué. La clave era que en el mapa venían marcadas algunas de estas carreteras como rutas turísticas, y eran las únicas carreteras con carril continuo de bicicletas para circular con toda seguridad. Mientras las otras entrañaban un total peligro al haber mucho tráfico y sin arcenes.
Otro problema era la circulación con el mapa, pues en el estaban a veces señaladas las poblaciones de una forma distinta a las que indicaban los letreros, lo cual me hacía perder mucho tiempo para situarme. Todo se solventaba con el paso de las horas y de los días, aunque convencido de que ya era un experto en Alemania, me puse con mi inseparable bicicleta a cruzar por en medio de la capital “Bonn” en la que perdí toda una tarde pues debido al enorme entramado de carreteras y de autopistas era un completo lío sortear este tramo del recorrido. Al principio casi aparezco en Colonia, luego preguntando, unos me mandaban por un sitio y otros por otro completamente diferente, teniendo en cuenta que tenía que perder mucho tiempo para comunicarme. Al final consigo ya salir de la ciudad llegando a un pueblecito pequeño que me resultó muy atractivo al igual que el encontrar ya sobre las 10 de la noche un albergue juvenil y un buen restaurante para reponerme.
Pensando un poco me doy cuenta que voy teniendo mucha suerte a lo largo de la ruta, pues todos los problemas que voy teniendo consigo resolverlos muy positivamente, y casi siempre con alguna agradable sorpresa para mi.
Pueblo Alemán.
En Alemania me sorprendió mucho el norte, con sus elegantes casas y casonas, todas ellas guardando un estilo muy en común con sus ladrillos oscuros y sus tejados de fajos de paja comprimida. En las ciudades se suele circular con la bicicleta por las aceras, habiendo marcas que indican el paso de peatones y de bicis. El problema para mí eran los bordillos que en los cruces se quedaban un poco altos y al tenerlos que saltar con los cuarenta kilos de peso hacia de vez en cuando que saltara algún radio de la rueda o se me descentrara, la cual tenía que ir reparando al final de cada etapa. También destacar a la vez el adoquinado de muchas de estas aceras que era una dificultad para circular rápido, teniendo que perder más tiempo en los pueblos, en los cuales a veces valía la pena pasar algún rato contemplándolos. La estética de Alemania va cambiando bastante del norte al sur, en cuanto a los pueblos lo único que perdura son los carriles de bicicletas.
En los campings alemanes, algunas personas me ofrecieron comida que tenían en sus caravanas, como salchichas, coca colas, galletas, etc. sin decirles ni pedirles nada. Unicamente habían visto la ruta que llevaba indicada en la parte delantera de la bicicleta. En ella llevaba un rótulo con la inscripción Norkapp-Spain y que era mi carnet de identidad.
Todas las personas sentían curiosidad de mi aventura y se atrevían a intentar tener una conversación conmigo, pues les atraía la curiosidad, por lo cual yo también quería recompensarles uniéndome a ellos en alguna que otra agradable velada celebrada en algunos casos hasta con champagne.
Pasando al lado de Luxemburgo llego a la frontera de Apach en Francia. Aquí la gente también se portó muy bien, los dueños de un restaurante, me invitaron a cenar y llamaron a un periodista del diario Le Monde para que me hiciera una entrevista.
Nada que envidiar Francia al resto de Europa. Atravesando ciudades grandes como Metz, Nancy, Autun, Moulins, Cahors, en las cuales algunas veces tengo que pedir ayuda para salir de ellas hasta poder enlazar con alguna carretera comarcal. La gente sigue portándose muy bien, algunos que ven mucha dificultad al indicarme para encontrar la ruta elegida, me acompañan hasta el inicio de ella por lo cual me sacan de un gran apuro. Rara es la gente que entiende aquí en Francia el significado de “Nordkapp-Spain”, pero en el momento que das una explicación todo el mundo se queda asombrado.
Sin conocer Francia sigo la ruta atravesando el macizo central, pensando que serían etapas más llanas. El paisaje es extraordinario, todo son bosques de robles, hayas, etc. a la vez que la ruta elegida se convierte en un sinfín de sube y baja o también descrito como rompe piernas. La verdad es que arrastro muchos kilómetros, estas etapas que son de unos 220 kilómetros se me hacen agotadoras.
Una vez pasado el macizo Central y llegando al puerto Pirenaico “el Portalet”, último ascenso hasta llegar a casa, siendo este el de mayor desnivel de todo el recorrido (1.300 metros). Subo el puerto con mucha tranquilidad disfrutándolo. Además de ser muy conocido tanto para mi como para mucha gente que todos los años para estas fechas lo disfrutan en la ya conocida ruta cicloturista Quebrantahuesos.
Hogar, dulce hogar.
Durante el ascenso siento una enorme alegría por haber conseguido mi objetivo de llegar a España, más concretamente a mi pueblo natal Sabiñánigo, al igual que se apodera de mi en algún momento un poco de tristeza porque se acaba esta preciosa ruta que me ha hecho disfrutar de su naturaleza, de todas las personas conocidas por el camino, de lo bien que lo he llevado. Al final esto se convierte en una experiencia inolvidable para mí.
Repasando toda la ruta y sacando números, concluyo con que todo este mes de junio (30 días), he realizado 5.728 kilómetros, he cruzado toda Noruega, el sur de Suecia, de Norte a Sur Dinamarca, media Alemania y toda Francia a concluir en España. He perdido 9 kilos de peso los cuales espero recuperar pronto. He sacado una media de 191 kilómetros diarios sin parar, convirtiéndose en algún que otro día en 240 kilómetros con una carga sobre mi bicicleta de montaña de unos 35 kilos. He pedaleado sobre 248 horas en solitario, a una media de 8 horas diarias que en algún que otro día se han convertido en 12 horas. La velocidad media ha sido de 23 kilómetros por hora. Prácticamente he estado a remojo a consecuencia de la lluvia unos 20 días, y exprimiendo un poco más este resumen, decir que aproximadamente he dado unos 744.000 pedaleadas.
A completar con todo esto decir también que este año en Semana Santa realizamos con un grupo de amigos otra marcha que comprendía desde Sabiñánigo a Granada, subiendo al
 pico veleta y culminando en la ciudad de Córdoba, así doy por satisfecho haber cruzado este año toda Europa de la punta más al Norte del continente al sur de Andalucía, prácticamente por carreteras secundarias.
Con todo ello deseo mucha suerte a todo el mundo que desee realizar esta ruta y que se lo plantee bien.
Aun con el frío pasado…


…¡VALE LA PENA!

“SAMUEL” Jesús Sánchez.









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