lunes, abril 07, 2008

“Me quedé parado en la nieve un cuarto de hora y me di la vuelta”

"Marine" narra su experiencia al límite en Alaska en la Iditarod Trail.
José Diego Estébanez ‘Marine’ regresó la semana pasada de Alaska, y todavía esta ‘oxigenando la cabeza’ después de vivir una de las experiencias más duras de su vida entre la nieve y el hielo..
José Diego Estébanez ‘Marine’ regresó la semana pasada de Alaska, y todavía esta ‘oxigenando la cabeza’ después de vivir una de las experiencias más duras de su vida entre la nieve y el hielo.
El montañero y aventurero ha pasado por casi un mes de sufrimiento en solitario a través de las infinitas extensiones de Alaska en la Iditarod Trail Invitational, una marcha a pie de casi 2.000 kilómetros de distancia de la que se retiró a poco más de cien kilómetros del final.“No me arrepiento de haberme retirado aunque la meta estuviera solo a dos o tres días. La gente puede pensar que tenía que echar el resto para llegar, pero ya no había resto. Tanto sufrimiento y pensar en si merecía la pena llegar, si ese era el fin, hicieron que tuviera dudas y que algo no iba bien, por eso me retiré”.Pero un mes antes, las cosas eran de otra manera cuando tomó la salida en Anchorage. “Con la experiencia del año anterior, iba preparado para pasar mucho frío, pero la verdad es que al comienzo fue todo lo contrario, con temperaturas de día incluso de -5. Esto se agradecía al caminar, pero tenía sus problemas en forma de que el hielo era mucho más frágil y había cauces de ríos abiertos, por lo que me tocó mojarme más de una vez”.Pero no fue todo bueno, ya que desde el principio, molestias en la pierna izquierda hicieron pensar de nuevo en la retirada por problemas físicos, como ocurrió el año anterior. “No era un dolor pero sí una mala sensación, de no ir cómodo, y eso cuando andas 16 ó 18 horas diarias es muy molesto”, asegura. Por ese motivo, comenzó la marcha muy tranquilo, sin forzar, y en las últimas posiciones, aunque Marine siempre ha tenido clave que esta cita no era para competir y buscar una mejor posición.De todas maneras, en las primeras etapas coincidió con el inglés Johnston, con el que compartió algunos kilómetros, aunque al final de cada día, el ritmo de cada uno volvía a dejarlo en solitario. Así hasta Rainy Pass, uno de los puntos críticos, donde el británico se retiró. “Hay una zona conocida como Hellsgate (puerta del infierno) y la verdad es que el nombre es apropiado porque es un corredor estrecho que canaliza todo el viento, y es una de las partes duras”. Desde allí, con la pérdida de su compañero, hasta casi la llegada a Nome, solo, siempre solo.Esa falta de compañía fue una de las circunstancias que comenzó a minar su aguante. “Se dice que solo las alegrías son la mitad y las penas el doble, y es verdad. No disfrutas de las cosas, y al llegar a McGrath, donde se retira la mayor parte de la gente, lo entiendo, porque es muy duro y realmente no hay porqué sufrir tanto”. En todo caso, debido a los problemas en la pierna, José decide parar un día entero en esta localidad y descansar bien para seguir viaje. Eso casi es peor que haber seguido, porque al día siguiente “el bajón de la soledad, del frío, y sobre todo tener el recuerdo fresco del calor y el descanso, fueron duros. Después de ese primer día pasé toda la noche con la decisión de retirarme, pero al amanecer empaqueté todo y seguí adelante”.Y a partir de ahí llegó lo peor, porque además de adentrarse en la zona más al norte, llegó un temporal de nieve y viento. “Fue en la zona del Yukón. Estuve once días sin ver el sol, y sobre todo lo peor fue el viento, una fuerza constante que te erosiona el alma y ante la que no puedes hacer nada. Una noche me rompió la tienda a las tres de la mañana, borra la huella en los caminos. Todo se suma, además de una nieve que incluso con raquetas hacía que me hundiera hasta media espinilla. Era un constante minar la moral. Incluso pasé hambre porque tiraba comida que necesitaba para no cargar con su peso”.Pero siguió adelante, hasta que una noche, desde una pequeña colina, veía a lo lejos el resplandor de las luces de Nome. “Puedes decir, solo son dos días, pero eso suponían 18 horas cada día de caminar con el viento helado, con ráfagas de más de 100 kilómetros por hora que casi te tiraban al suelo. Era todo en contra, y además llegué a Mosses Bay pensando encontrar civilización y me encontré un pueblo deshabitado que solo tiene gente en verano. Eso me acabó de hundir”.en todo caso, siguió hasta la cercana Golovin, y cuando ya habían pasado tres millas, se paró. “Fue como en Forrest Gump, que un día para de correr después de estar meses. No pensaba en retirarme, pero me llegaron dos ráfagas de aire que casi me tiran y me quedé parado en medio de la nieve un cuarto de hora, y me di la vuelta”.Después, con algo más de distancia, tiene claro que hizo lo que debía. “Iba en busca de mis límites y vivir la experiencia, y me di cuenta de que los había sobrepasado. Nome era la referencia, pero esos dos días más no hubieran cambiado la experiencia y hubieran supuesto un sufrimiento que ya no podía soportar, porque me había quedado vacío por dentro. Al final me sentí más fuerte por decidir eso que por todos los kilómetros recorridos”.Ha subido a las montañas más altas del planeta, ha recorrido en solitario y en kayak el Amazonas, pero nada se puede comparar con esto. “He hecho muchos viajes, y la mayoría solo y en condiciones duras, pero esto lo supera todo. Nunca me había reducido al llanto, y allí, de noche en el saco, me ponía a llorar. Me veía frágil y vulnerable, muy poca cosa, y mi cuerpo reaccionaba llorando. Lloraba porque no era capaz de retirarme al pasar por un pueblo y sabiendo que la pierna me dolía horrores, por ejemplo. Quizá influyen los ánimos de la gente, el no querer defraudar a nadie. La cabeza y el cuerpo me pidieron abandonar infinidad de veces, pero no lo hacía”.Tiene muy claro que no vuelve. “Necesito tiempo para resetear la mente, porque me ha dejado sin ánimos. Ha sido tan malo que todavía no puedo pensar en positivo. Estaba en el filo de la navaja cada día, pero no me caía, como sujetado por un pequeño hilo. Caminaba sin sentido y sufría, y por la noche no podía dormir porque pensaba que al día siguiente iba a ser todo igual”.Además, las secuelas no son solo psicológicas, puesto que ha vuelto con congelaciones en la nariz, ampollas y los dedos sin sensibilidad.
HOSPITALIDAD EN EL FRÍO
De todas maneras, y haciendo un esfuerzo, Marine recordaba alguna cosa positiva de esta travesía. “En Shaktoolik compartí clase con los chavales de allí, y me preguntaron absolutamente de todo. En Nulato se corrió la voz de que yo llegaba y me invitaron a participar en una ceremonia india, e incluso me hicieron hablar. Son gente muy hospitalaria y amistosa, quizá por la dureza de la zona en la que viven. También recuerdo que ya en Nome, en el hotel, venía gente a saludarme, a conocerme y a darme comida, como si pensaran que estaba desfallecido y necesitaba ayuda. Veían en mi quizá coraje y determinación, y la verdad es que fueron detalles que te llenan mucho”.

1 comentario:

JAUME TERES Y XESC TERES dijo...

Hola Samuel ,me llamo Jaume Terés y la Iditarod ,es una carrera qu la llevo en la cabez durante años.Me gustaría poder colgar el link de tu blog en el mio.
Un abrazo, fuerza y salud.
http://teres2.blogspot.com